¿Quién es la musa que inspiró al equipo del Cholo Simeone?
Irene Villa fue víctima de un atentado perpetrado por la ETA y le amputaron las piernas. Sin embargo llegó a ser periodista, psicóloga y deportista paralímpica y ahora dá charlas motivacionales para el Atlético de Madrid.
"La palabra enseña, pero el ejemplo arrasa. Por eso emociona tanto la charla", dice. Es imposible que surta el mismo efecto el discurso de un tipo armado de datos y estadísticas que el de alguien que comparte experiencias que encogen el corazón de cualquiera. "Igual cuento lo mismo que otros, pero yo lo pongo a prueba. Lo que yo digo es que en la vida ocurren cosas que no elegimos, pero lo que sí elegimos es la forma en que las afrontamos. Todo está en nuestras manos. Con todo lo que te pase puedes crecer y fortalecerte o rendirte". Lo que sería cháchara y una sucesión de tópicos en boca de otro, ella lo convierte en verdad profunda y ejemplo vivo.
Villa irrumpió en la escena pública el 17 de octubre de 1991, cuando ETA decidió que su madre, una funcionaria que se dedicaba a hacer documentos de identidad, era una enemiga a eliminar y puso una bomba en su coche. María Jesús perdió un brazo y una pierna, pero su hija salió peor parada.
"Yo nunca me he sentido como una víctima, y ésa ha sido la clave para recuperarme. Me resulta muy triste que se sigan refiriendo a mí de esa forma, cuando soy una persona responsable de mi vida y de todo lo que he conseguido: de mis medallas en el deporte, de mis carreras, de mi familia, de mi hijo... Estoy ya cansada después de 22 años y de todo lo que me he labrado". Por supuesto que hubo lloros cuando se vio por vez primera en el espejo, y gritos por el dolor insoportable que le provocaban las curas, pero en esa parte tan dura no hay mérito. Sí lo hay, en cambio, en sobreponerse, en decidir estudiar para ser periodista y, tras lograrlo, licenciarse en Humanidades y, después, en Psicología.
También es prueba de un espíritu fuerte no resignarse a ver pasar la vida sentada en una silla de ruedas y atreverse a bucear o a tirarse por una pendiente esquiando. Y todo esto, claro, mientras se seguía sometiendo a operaciones, luchaba contra infecciones que podían haber acabado con ella y cambiaba hasta diez veces las prótesis que hoy le permiten andar sin muletas. El resultado de toda esta lucha es una mujer de aspecto saludable, espaldas anchas y hombros de atleta, con una cara bonita acostumbrada a sonreír y dueña de una voluntad que parece otra de las piezas de titanio que lleva en el cuerpo.
"Lo de las charlas no empezó de forma premeditada, sino que desde bien pequeña, con quince años, me invitaban a congresos por la paz y me decían que tenía que hablar porque lo hacía bien". La vida fue encauzándola en esa dirección, hasta convertir esa faceta en parte de sus ocupaciones profesionales. "No estudié Psicología pensando en las conferencias, per nada es casual: todo es causal. Cuando, durante la carrera, estudiaba a Seligman y la psicología positiva, yo veía que eso ya me lo había enseñado mi madre. Me enseñó a ayudarme yo solita, y eso me ha permitido ayudar a los demás".
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