Un golpe inesperado gestándose a la vista de todos

Política

Las elecciones de medio término no fueron una validación de lo hecho, sino una prórroga de confianza.

Dos semanas después del triunfo de Cambiemos en las elecciones de medio término, con Shila Vilker publicamos un trabajo denominado: Tiempos de Oposición. En ese momento establecíamos que, muy a pesar de la tan aclamada Ola Amarilla, el gobierno podía estar a punto de empezar un camino más cuesta arriba de lo esperado.

En aquel estudio los datos sugerían que la población iba a empezar a exigirle muchos mejores resultados al gobierno; esa elección no había sido exactamente una validación de lo hecho hasta ese entonces. Se trató más bien de una especie de prórroga de la confianza. Pero esta vez empezaba a exigir logros palpables de gestión. El 53,1% de los argentinos consideraba que el resultado obtenido servía al gobierno para librarse del pasado y tener un camino sin trabas para que avance en las mejoras prometidas, ese número ascendía a 73,4% si analizábamos lo respondido por los votantes de Cambiemos. A su vez, el 81,8% declaró que le pediría mejores resultados que hasta ahora y el 73,1% que lo evaluaría con una mayor exigencia.

La elección de medio término no fue una validación de lo hecho hasta entonces, fue más bien una especie de prórroga de la confianza.

El Gobierno iniciaba así la segunda mitad de su mandato y se toparía en breve con obstáculos y resistencias que la euforia electoralista no permitió prever:

En diciembre el descontrol en las calles por la reforma previsional.

En enero el episodio controversial de Jorge Triaca con su empleada doméstica.

En febrero las acusaciones contra el ministro de Finanzas Luis Caputo por sus cuentas offshore.

En marzo la negativa de Juan José Aranguren de repatriar los millones de dólares que tiene en el exterior. En abril el anuncio de un nuevo aumento de tarifas que despertó críticas e incertidumbre incluso dentro de la misma alianza Cambiemos y que pronunció notablemente una caída en la imagen del gobierno nacional.

Frente a las críticas el gobierno de Macri mantuvo su posición e insistió en la teoría del único camino posible.

La respuesta del gobierno ante esta atmósfera crítica fue la de mantener su posición e insistir en la teoría del único camino posible. Es evidente que esta postura no logró apaciguar a las fieras, especialmente con una oposición que empezaba a organizarse para ir limitando la estrategia oficialista y cosechando, por primera vez en el mandato de Mauricio Macri algunos logros. En abril, por ejemplo, 2 de cada 10 argentinos decían que el gobierno no dialogaba con la oposición. La mayoría de los argentinos ya no veía a Cambiemos como el gobierno del diálogo.

Ahora bien, esa pérdida de credibilidad del gobierno tampoco se trasladaba automáticamente a la oposición sino que empezaba a allanar el terreno para lo que es, sin duda, el estado de la opinión pública hoy: la desconfianza creciente, no solo hacia la dirigencia política sino hacia los representantes públicos y líderes de opinión en general. Seis de cada 10 argentinos no le creen a nadie, ni a periodistas, políticos, autoridades religiosas, jueces, sindicalistas, etc. A nadie.

La población, sufre de desconfianza extrema. Percibe falta de consistencia entre lo dicho y lo hecho por el gobierno, en un escenario donde el bolsillo aprieta y la realidad no brinda comodidades inmediatas ni perspectivas de mejora. Este clima de tensión hace que cualquier pequeño desliz se sobredimensione y sea un tema de Estado, como el chocoarroz de Nicolás Dujovne. Cuando hay disconformidad alta lo ínfimo y lo trascendente se confunden con mucha facilidad.

Para eludir el golpe en su imagen el gobierno retomó la hipótesis de la pesada herencia y de la oposición oportunista y demagógica.

Parte de la estrategia del gobierno para eludir este golpe en su imagen fue volver a las hipótesis de la pesada herencia y de la oposición oportunista y demagógica. Sin embargo estas explicaciones no parecen estar logrando convencer a la mayoría. Todo parece indicar que son más los argentinos que piensan que la responsabilidad de la crisis cambiaria y la situación del país es del Gobierno y no de la oposición, ni de la herencia, ni de los factores externos.

El discurso del presidente el día miércoles tendrá dificultades para captar las adhesiones de muchos argentinos, pero parece estar un paso más cerca que hace algunas semanas. Quizás el Ejecutivo entendió que su postura, contrariamente a la imagen que quiere dar, lo hace ver como un gobierno que no escucha y que eso puede alentar comparaciones y similitudes peligrosas con otros gobiernos del pasado. No son pocos los argentinos que ya están haciendo estas comparaciones.

* Sergio Doval es Socio Director de la consultora Taquion

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